En Chile, durante los últimos meses, la prensa nos ha mostrado innumerables casos de corrupción en ambos bandos de la política chilena. Esto ha logrado que en Chile se pierda aún más la confianza hacia la clase política del país, pero el problema es mucho más grande de lo que parece. Los múltiples casos de colusión empresarial que se han descubierto últimamente ya habían demostrado fallas de mercado en la economía del país. Al sumar casos en los que estado y empresariado han perdido legitimidad, se pierde confianza hacia el sistema que tiene el país. La gente ha parado de creer que gracias a su propio esfuerzo puede surgir, y que en verdad lo que importa son las condiciones de origen de cada uno. Se está perdiendo la confianza que la gente le tiene al mercado de solucionar estos problemas, tanto en Chile como a nivel mundial. Desde esta posición es muy fácil caer en populismos, movimientos que basan su doctrina en el odio hacia una minoría.
Es un principio de la economía que los mercados, mientras no padezcan de fallas, pueden dejar a las partes involucradas en las transacciones mejor que antes. La corrupción, y los acuerdos secretos entre políticos y grandes empresarios, no son síntomas de un mercado sano. Pero tratar de eliminar al mercado, o regularlo activamente no puede ser la solución correcta: si sabemos que la mayoría de los políticos están involucrados en casos de corrupción ¿por qué si agrandamos los labores del estado esta disminuiría? Esto último necesitaría de un mayor presupuesto, ¿con más dinero a su disposición, los políticos lo ocuparían mejor? Este problema no se va a solucionar atacando a los empresarios. Tampoco se solucionará atacando a la clase política.
El “libre mercado” que hay en Chile no es un libre mercado de verdad, donde hay libertad para emprender y plena libertad para competir. En este momento tenemos un mercado que está lejos del ideal de Adam Smith, donde cada persona es libre de entrar a competir. Una nación que tiene empresarios y políticos legislando juntos en paredes cerradas, ¿En qué se diferencia de un totalitarismo? ¿O de una economía centralmente planificada, donde son ellos los que elijen? Un libre mercado en serio se basa en la libertad de competir, la necesidad de innovar y la necesidad de elegir y hacer lo mejor de la mejor manera para estar por sobre la competencia. El mercado que tenemos actualmente se basa en mantener la posición de superioridad de las grandes empresas, de estar conectado políticamente, no se basa en innovar o en hacer lo mejor. Esto no solo es ineficiente, y dañino para la sociedad, que pierde un posible gran contribuidor. Si no que la propia empresa, a largo plazo, pierde por elegir no al mas capacitado, si no al políticamente conectado. Pensar que el sentido común , es lo menos común en nuestra sociedad.